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En los últimas semanas van ya 4 mujeres diferentes y sin relación alguna entre ellas las que me han comentado, con el tono de gravedad que merece la noticia, que en el mundo hay siete mujeres por cada hombre. Después de la noticia bomba, cada una ha aprovechado para colar comentarios de cosecha propia del tipo "claro, así de mal está el mercado…","hay que darse prisa que una se queda soltera!" o "hay que controlar al marido, que está lleno de lagartas  …"; y no es de extrañar, en vista de los números. Un planeta habitado por 750 millones de hombres y 5250 millones de féminas explica sobradamente la alarma extendida entre ellas. Pero, queridas amigas y compañeras, ¿de donde demonios habéis sacado esa información?
 
  Es muy significativo que en menos de 2 meses haya oído ese comentario cuatro veces, por lo que el origen del rumor debe ser bastante cercano en el tiempo. ¿Habrá sido publicado en alguna de esas revistas femeninas de rigurosa exactitud documental, tipo "cosmopolitan" o "cuore" intercalada entre fotos de los abdominales de David Beckham y la denuncia de un nuevo michelín que atormenta a la escultural Angelina Jolie?, ¿será tal vez el epílogo impactante de algún "PowerPoint" alarmista solo para chicas?, ¿o tal vez el boca a boca de la rumorología de la soberana estupidez popular? Probablemente nunca lo sepamos.
 
 Queridas amigas de todo el mundo, no hay motivos de alarma. En nuestro planeta hay aproximadamente el 50% de varones y el 50% de hembras. Ni más ni menos. ¿Que como puedo estar tan seguro si no los he contado?, sencillamente por la explicación os ofrezco a continuación:
 
  El sexo de todas las especies de mamíferos lo determina el macho. Y los machos tienen en su esperma el 50% de espermatozoides con capacidad para engendrar otro macho (cromosoma Y) y el 50% de los espermatozoides para engendrar una hembra (cromosoma X). Así pues, una vez el conjunto de espermatozoides son liberados en la cavidad vaginal, existe un 50% de probabilidades de que el primero que llegue al óvulo sea "macho" y el 50% de probabilidades de que sea "hembra". Naturalmente este porcentaje puede variar ligeramente entre individuos, pero la media es bastante exacta. Así de simple.
 ¿Ha convencido la explicación? Probablemente sí, aunque en ese caso la siguiente pregunta viene rodada… ¿Y porqué los machos deberían tener el 50% de espermatozoides "X" y el 50% de espermatozoides "Y" y no cualquier otra proporción? Se me ocurren dos respuestas posibles, que cada cual elija la que mas le convenga, en aras de la convivencia y el buen entendimiento…
 Primera respuesta: Porque el buen Dios ha puesto en los huevecitos de los varones el 50% de espermatozoides "X" y el 50% de espermatozoides "Y" para que haya igualdad numérica de sexos y así evitar que 6 de cada 7 mujeres pequen compulsivamente contra el sexto y el décimo de sus mandamientos y que, por tanto, además de quedarse ciegas, deban morir lapidadas según su ley (Deuteronomio 22:22-25). Punto. *(1)
 Segunda respuesta: Esta es un poco más larga, pero comencemos con calma y por el principio, y retrocedamos hasta el origen del problema. Normalmente nos limitamos a aceptar, simplemente, que algunos animales son denominados "machos" y otros "hembras" sin preguntarnos sobre el origen de estas palabras. Pero, ¿que es lo que define, en realidad, a un individuo para llamarse "macho" y que es lo que define a otro para llamarse "hembra"?. Nosotros, los mamíferos, lo tenemos bastante claro. Los machos  tenemos pene y las hembras vagina, además de todo un conjunto de características de aspecto externo como la estatura, el vello corporal, la masa muscular, la presencia o no de glándulas mamarias lactíferas…etc. Pero en general, para el conjunto de animales y de plantas la diferencia no está tan clara. En las ranas, por ejemplo, ninguno de los dos sexos posee un pene, y los rasgos generales son idénticos, por lo que podríamos tranquilamente abandonar el convencionalismo "machos" y "hembras" y llamarlos tranquilamente "SEXO1" y "SEXO2" en cuanto a su aspecto externo se refiere. Sin embargo si hay algo que realmente define a los "machos" y a las "hembras" de la inmensa mayoría de especies animales o vegetales, y son sus células sexuales o gametos. Los gametos de los machos son mucho más pequeños y numerosos que los gametos de las hembras. En las aves, por ejemplo, la diferencia de tamaño es enorme. Tanto, que el gameto femenino además de aportar sus genes, proporcionará nutrientes a la criatura en desarrollo durante varias semanas.
 
 En ciertos organismos primitivos, como en algunos hongos, no se presenta esta diferencia entre gametos, aun cuando existe cierto tipo de reproducción sexual. En el sistema conocido como Isogamia, cada individuo puede acoplarse con cualquier otro y sus gametos reciben el nombre de Isogametos. Cuando dos Isogametos se fusionan, ambos aportan el mismo número de genes para formar al nuevo individuo y ambos aportan también la misma cantidad de reservas alimenticias. En cambio, en los mamíferos, óvulo y espermatozoide si contribuyen con idéntico número de genes, pero la carga nutricional recae exclusivamente en el óvulo.
 
  Remontémonos a los tiempos en que la reproducción de los primitivos organismos que poblaban la tierra era exclusivamente Isógama, cuando todos los gametos de todos los individuos eran de similar tamaño. Es muy posible que por entonces, la selección natural empezase a favorecer a los gametos mayores que la media- que se daban por pura casualidad, igual que en la especie humana hay gente más alta o más baja- ya que podían aportar algo más de nutriente a su descendencia, aumentando sus probabilidades de supervivencia. Por tanto, de "padres" con gametos "algo más grandes" saldrían "hijos" con tendencia a desarrollar también gametos "algo más grandes". De este modo los individuos de esas características se harían pronto mas numerosos que los "normales", ya que sobrevivirían más que la media (en etapa embrionaria, por lo tanto llegarían a "nacer"), cambiando las características de la especie en poco tiempo.
 
 Pero cualquier mejora "social" siempre tiene su lacra de explotación egoísta del sistema por parte de algunos individuos. En cuanto existiese un número mayor de individuos con gametos más grandes, empezarían también a aumentar en número los individuos con gametos más pequeños, ya que al juntarse con los primeros conseguirían que sobreviviese su prole. (Cosa que jamás habrían conseguido en caso de no existir los individuos de gameto grande).
 
 Pero los gametos pequeños seguían en desventaja. ¿Como conseguir juntarse con los gametos grandes si, estando su población en clara inferioridad numérica, estarían la mayoría ya fecundados por otros grandes? La clave estaba en la movilidad. La selección natural empezó entonces a favorecer a los gametos más móviles de entre los pequeños, y por tanto, que pudiesen buscar activamente a gametos más grandes, con el fin de fertilizarlos antes que la competencia. Y, por contrapartida, los gametos más grandes tuvieron que ir incrementando más y más su tamaño para compensar el déficit de nutrientes que habían generado los más pequeños en aras de la movilidad, y tornándose ellos mismos más inmóviles; no les hacía falta moverse, ya los buscaban los pequeños. Desde ese momento la carrera "armamentística" sería imparable, y acabaría con la clasificación de los individuos en 2 sexos: Los que adoptaron la estrategia honesta de un gameto grande e inmóvil que aportaría todos los nutrientes a la nueva criatura (hembras) y los que adoptaron la estrategia mezquina de muchos gametos, pequeños y móviles que se limitarían simplemente a copiar sus genes sin coste añadido (machos).
 
 Tanto machos como hembras de cualquier especie somos en esencia -como explica brillantemente el etólogo británico R.Dawkins- máquinas de supervivencia construidas por nuestros genes para poder sobrevivir. Y nuestros gametos son la nave de emergencia en la que nuestros genes escapan de una muerte segura y sobreviven construyéndose una nueva máquina de supervivencia. En cuantos más cuerpos habite un gen individual, más probabilidades tendrá de seguir vivo casi indefinidamente. Así pues, ¿cual es el objetivo de nuestros genes, y por tanto, de nuestros gametos, como trabajadores suyos que son? Sobrevivir. Y para ello los gametos deben de ser efectivos a la hora de transportar a sus dueños (los genes) a cuantas más maquinas de supervivencia mejor. Y ahí está el "quid" de la cuestión. El cálculo que a un fino estadista le costaría unas horas con papel y bolígrafo, a la naturaleza le ha costado miles de millones de años a base de ensayo-error. Si yo soy una molécula de ADN que aspiro a sobrevivir muchos años, y, por tanto a estar en el máximo número de cuerpos posibles, ¿que máquinas debería montar? ¿Machos o hembras? ¿En qué proporción? Deberé tener en cuenta que el brutal látigo de la selección natural penalizará con la muerte a los que hagan malas apuestas…
 
 Por supuesto las moléculas de ADN no tienen un cerebro en el que hacerse esas preguntas, pero si tiene cada una un conjunto de genes destinado a indicar la proporción entre gametos X y gametos Y (en el caso de los machos se utilizará, en el caso de las hembras no). Ese paquete de genes, al entrecruzarse con los de la pareja reproductora, irá siendo integrado por diferentes combinaciones de genes individuales en los descendientes de sucesivas generaciones. Y solo los que hayan acertado completamente al azar la combinación más exitosa  de gametos X y gametos Y serán los que sobrevivan por mas tiempo y en mas cuerpos. Una estrategia errónea conducirá inexorablemente a la desaparición de ese gen del acervo génico de la especie. Sin embargo, los entendidos en estadística, que, a diferencia de las moléculas de ADN, si disponen de cerebro donde formularse las preguntas que les venga en gana, responderían que la estrategia que te llevaría al mayor número de cuerpos es tener gametos X e Y al 50%.  Es lo que se conoce como una EEE (Estrategia Evolutiva Estable). Y cualquier desviación individual de ese 50:50 condenará a esos genes a habitar menos cuerpos.
 
 Veamos un ejemplo extremo, que siempre son los que ayudan a clarificar:
 
 En un estudio realizado sobre elefantes marinos, el 4% de los machos era protagonistas del 88% de las cópulas observadas. En este caso, como en muchos otros, existe un gran excedente de machos célibes, los cuales probablemente nunca tuvieron una  oportunidad de copular en toda su vida. A simple vista, este panorama (absolutamente desolador para el 96% de los machos, me atrevo a afirmar) podría hacernos pensar que la inversión realmente rentable sería poseer genes que situasen muy por encima las probabilidades de engendrar una hembra -que se reproducirá seguro- que no de un macho -que probablemente no lo hará-. Superficialmente, por lo tanto, podríamos suponer que ese gen para producir hijas continuaría expandiéndose hasta que la proporción entre los sexos estaría tan desequilibrada que los pocos machos restantes, trabajando hasta la extenuación, apenas podrían arreglárselas. Pues bien, imaginemos entonces las enormes ventajas genéticas que gozarían los padres que tuvieran hijos. Cualquiera que invirtiera en un hijo tendría la excelente oportunidad de ser abuelos de cientos de elefantes marinos. Aquellos que no producen más que hijas, se aseguran unos pocos nietos, cantidad insignificante comparada con las gloriosas oportunidades genéticas que se abren ante cualquiera que se especialice en hijos. Por lo tanto, los genes para producir hijos tenderían a hacerse más numerosos de nuevo (ya que un solo macho con ese gen ha fecundado a cientos de hembras), y el péndulo volvería a su posición anterior (50:50).
  Así pues, a modo de resumen en una línea: Los genes que determinan el número de espermatozoides en 50% X y 50%Y se hallan muchísimo más extendidos que sus alelos (rivales) que preferirían otras proporciones. Y así seguirá porque es estadísticamente estable.
 
 
 
 
 
 
 
 
*(1)- Me he referido al Deuteronomio por simple comodidad, ya que las tres grandes religiones actuales están basadas en esos textos, y el 60% de creyentes del planeta son seguidores de Yahvé, el Dios en el descrito, aunque localmente puedan ir cambiandole el nombre. Pero también podía haberme referido a cualquier texto que hablase de  Lugh, Baal Zebub o Ame-Nigishikuni-Nigishiamatsuhiko-Hikono-ninguno-Ninigi-ningu’n-Mikoto, y la intención del texto quedaría intacta. Aclaro este punto para que no se me llame anticristiano ni antinada, que por el mundo hay gente con la piel demasiado fina.  
 
                                                                                                                                                                                                                
                                                                                                                                                                                                              
 
 
PD: La explicación propuesta en este texto está basada en la teoría del gen egoísta, desarrollada por Richard Dawkins en su magnífico libro "The Selfish Gen". Como cualquier otra teoría científica, está siempre sujeta a debate y a matizaciones, pero también, como cualquier otra teoría científica, solo tiene valor si concuerda perfectamente con los datos y es capaz de explicarlos sin excepciones. Y esta lo hace de manera majestuosa, siendo sin lugar a dudas muchísimo más estimulante y poderosa que sus competidoras como la teoría de selección de grupos o los delirios del creacionismo. Precisamente por eso es aceptada por gran número de reputados biólogos de todo el planeta.
 
 
 
                                                                                                                                                                  ICR-
 
  
 
 
 
 
 
     
 
 
 
 
 

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Владимир Ильич Ленин
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