¿QUIEN PAGA LA BACANAL?

 
Se veía venir que, después de la bacanal de espectaculares beneficios y dinero barato, quienes no han tenido ningún problema para apropiarse privadamente de las ganancias, ahora nos propondrían socializar las pérdidas.
Tampoco había que ser un visionario. Es lo que han hecho toda la vida los ultraliberales, defensores de la eficiencia del mercado cuando se trata de repartir la riqueza entre unos pocos, y contrarios a la intervención del Estado cuando se trata de distribuirla entre la mayoría. Eso sí, cuando ellos tropiezan, víctimas de sus excesos, la intervención del Estado está justificada. En nombre del interés general, faltaría más.
 
Estos meses se habla mucho de los efectos de la crisis, pero poco de sus causas, que hay que buscar en unos mercados financieros absolutamente opacos y sin ningún control ni regulación eficiente. Tampoco es nuevo: la total libertad para la movilidad de los capitales y la falta de mecanismos de control genera crisis periódicas. Es urgente encarar la regulación global de los capitales. Suena fuerte, hasta iluso, lo sé. Debió de pasar lo mismo cuando, en el tránsito de los mercados locales a los nacionales, alguien propuso regulaciones nacionales para poner orden en el sistema. Pero no hay otro camino, salvo que alguien haya decidido continuar su bacanal en otras mesas. Tras la burbuja de las punto com, la inmobiliaria y la financiera, ¿no estarán pensando en trasladar la especulación a las materias primas -incluido el petróleo- y los alimentos?
 

Urge un compromiso de los gobiernos para empezar a regular globalmente los mercados de capitales. Lo necesitamos si no queremos que la globalización sin reglas genere cada vez más diferencias sociales entre países y entre personas dentro de cada país. Lo necesitamos si queremos combatir el terrorismo internacional y el local. ¿No es evidente que los flujos económicos del terrorismo utilizan la opacidad de los mercados financieros para mantener sus actividades? Lo necesitamos si no queremos que se acabe cumpliendo el diagnóstico que hizo Manuel Castells hace unos años, cuando vaticinó que la economía criminal ocuparía cada vez más el espacio de la economía legal, y que sustituiría a los estados, empezando por los más débiles.
 Asumir que los mercados de capitales se han de regular supone, sin embargo, asumir algunas cosas más. Que los países más ricos no pueden continuar aumentando su riqueza a costa de los pobres. Que el secreto bancario y los paraísos fiscales no pueden seguir siendo la misma autopista por la que circula el dinero de las élites, el negro y el manchado de sangre de las mafias o el terrorismo. Que las reglas del comercio mundial no pueden exigir liberalización a los países emergentes que dependen de sus materias primas, mientras en Europa y en EEUU se sigue subvencionando indiscriminadamente los precios de nuestros productos agrícolas. Que los ciudadanos de los países desarrollados no podemos seguir consumiendo a un nivel muy superior al de nuestros ingresos y nuestros ahorros. Que las empresas que cotizan en bolsa no pueden estar regidas por el dogma de "dar valor al accionista" triplicando su valor no en función de lo que hacen o producen, sino de lo que se ha especulado con ellas. Que los ejecutivos de estas empresas no pueden ser autócratas que no respondan ante nadie, salvo ante el Dios Mercado.
Pero mientras lo logramos –lo lograremos–, ¿qué debemos hacer? De momento, negarnos a socializar el coste de la bacanal. No se pueden utilizar recursos públicos para tapar los agujeros provocados por tiburones financieros que han olvidado que cuando se compra al final del ciclo y a precios astronómicos, el riesgo de pinchar es importante. Es evidente que los riesgos son muchos. En términos de reducción de los ingresos de las comunidades autónomas, pero no hemos de mirar atrás, sino construir modelos de financiación en los que los ingresos de municipios y autono- mías no dependan del grado de especulación inmobiliaria de sus territorios. También en términos de destrucción de empleo, y eso supone que se han de utilizar los recursos públicos para mejorar la inserción laboral de estas personas y ampliar la red de protección social. También nos hemos de negar a que se aproveche la crisis para profundizar en políticas de desregulación laboral o de ajuste. No necesitamos otra reforma laboral, porque las causas no están en las leyes laborales y porque no es necesario cambiar las leyes cada año: solo hace falta que se cumplan. Tampoco necesitamos ajustes salariales. Es cierto que la inflación es muy alta y perjudica a los sectores industriales exportadores, pero la causa de la inflación no son los salarios. Y menos los de los sectores, como la hostelería, que combinan salarios más bajos y elevados beneficios.
 
Este es el momento de utilizar los recursos públicos no para continuar alimentando la espiral especulativa, sino para minimizar los riesgos del ajuste. Estas políticas necesitan un sistema fiscal fuerte y justo, y un cambio en el modelo de financiación de las Administraciones Públicas. Y para lograrlo, lo primero que hay que hacer es guardar en un cajón todas las promesas electorales de rebajas de impuestos y de cheques-ayuda indiscriminados. Eso sí, sin dejar de trabajar por la regulación global de los mercados de capitales.
 
 
                   
 Joan Coscubiela, Secretario general de CCOO Catalunya.

 

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Владимир Ильич Ленин
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Una respuesta a ¿QUIEN PAGA LA BACANAL?

  1. Javier dijo:

     
    el señor Cosubiela acierta en el diagnóstico. Pero como buen sindicalista, está acostumbrado a perder; y es ahi donde falla. No es fuerte ni iluso pretender la regulación de los merrcados globales.  Revisemos un momento la historia. Durante los años 20 (los "felices años veinte") se produjo la primera burbuja de especulación financiera. Las bolsas empezaron a creerse sus propias mentiras y un 24 de octubre de 1929 sucedió lo que tenía que suceder. La realidad se impuso con fuerza a todos aquellos visionarios. Hoy los visionarios se hacen llamar gurús, porque el término visionario está demasiao cerca de la locura. Pero no hay que dejar que la perversión del lenguaje nos desvíe. Son locos. Y sus locuras provocaron la gran depresión. Y después la mayor guerra de todos los tiempos. Ningún empresaio fue condenado por ello. Algunos industriales alemanes fueron desposeídos de sus empresas. Algunas empresas fueron dividias (AG Farben). Pero el meollo de la cuestión no se tocó. Y cabe recordar que esa misma gentuza sin escrupulos que provocó la ola de miseria y destrucción más grande jamás conocida, se forró a costa de las vidas de unos y de otros. Pregunten al gran banquero Prescott Bush -abuelo del hoy presidente de los EEUU- a los Thyssen, Kennedy, Schlinder y otros, hoy llamados "señores". El sistema financiero tuvo que someterse a uan regulación después del crack. Pero a día de hoy los mecanismos de regulación financiera son menores que en el año 36. Estos genios de las finanzas nos han ido regalando desde entonces otras "visiones": petrodolares, bonos basura, punto com, burbuja inmobiliaria. Siempre el mismo cuento.Algun iluminado descubre que se puede ganar dinero de la nada y la burbuja se hincha (especulación). Grandes capitales entran en el juego y bienes y servicios con escaso valor se transforman en el midas del momento. Al final, la realidad se impone y el resultado es siempre el mismo:paro, inflación, pobreza. Los mismos pagan la cuenta, mientras esos señores que se han forrado se van de rositas. Pues desde el estado SI se puede poner remedio. Por un lado, y a largo plazo, cabe plantear una mayor regulación del sistema financiero. A corto plazo las medidas son más sencillas y efectivas. Por un lado eliminar el secreto bancario, por decreto ley se tramita en días. esto sentaría un precedente en la UE y y no habría motivo para que el resto de paises no siguieran el ejemplo. Y por otra parte, algo tan sencillo como hacer pagar lafactura a los señores que se han pegado la gran fiesta.  ésto se consigue con medidas fiscales justas. Por ejemplo para un banco una rentabilidad de un 6-7% es justa teniendo en cuenta que se trata d euna gran empresa y que su rentabilidad siempre sena menor a la de una PYME. Bien pues hasta el 7% de beneficio las empresas como grandes bancos, farmaceuticas, constructoras, inmobiliarias, etc. pagan el tipo impositivo normal. Superado esta cantidad el tipo impositivo se elevaría al 90% sobre los beneficios, dando por descontado que un beneficio mayor solo puede surgir de una mala praxis, como por ejemplo clausulas abusivas, precios desorbitados, comisiones abusivas cuando no ilegales y especulación. La limitación de los margenes de beneficio se le antojará a mas de un iletrado lector como una medida filocomunista. Nada más lejos. Las leyes británicas, por ejemplo, impiden que cualquier concesionaria tenga un margen superior al 6,5% de beneficio aplicando la logica que acabo de exponer. Se imagina alguien a ACESA, ABERTIS, banco snatander, SACYR, etc pasando por e tubo del 6.5%?. Señores de los sindicatos es hora de dejar de acumular poder a base de lamer culos y pasar a la accion, beneficios que crecen al 30 o 40% anualmente solo inidcan prácticas mafiosas y un abuso de los trabajadores, que en ningún caso disfrutan de la riqueza generada por su trabajo. Señores legisladores. es hora de dejarse de cuotas femeninas, masculinas, heterosexuales y otras pajas mentales y entrar en materia. Legislen, que es posible. La suma de acciones locales (a nivel de estados  primero y de la UE después) acaba consiguiendo un efecto global. Las empresas empezaron así. Es hora de tomar nota y pararles los pies, porque la especulación en los productos de alimentación básica hace tiempo que ha comenzado. Que nadie se piense que China, con un ejercito de 4 millones de soldados y armamento nuclear, estará dispuesta a pasar hambre. Los riesgos son demasiado grandes

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